Lavatory Smoke

El fuego en cabina es, sin duda, uno de los mayores enemigos a los que se puede enfrentar una tripulación. Pocas cosas son comparables a él. Quizá un fallo total del sistema hidráulico, de toda la planta de potencia o del sistema eléctrico, situaciones todas, en cualquier caso, altísimamente improbables. Obviando la posibilidad de un secuestro o una amenaza de bomba a bordo, ni siquiera un fuego de motor supondría, a priori, una amenaza comparable a la del fuego en cabina. Y es que resulta mucho mejor ver cómo te arde el motor de un ala, que ver cómo sale humo a través del suelo de la cabina de pasajeros mientras sientes cómo te quemas por dentro (ya se sabe, el humo lleva al fuego, solo que esta vez no vas a poder llegar a él).

Los instumentos de navegación, los paneles de breakers, el compartimento de aviónica, las bodegas de carga repletas de mercancías peligrosas, los pozos del tren de aterrizaje con los frenos al rojo vivo, el sistema de aire acondicionado, los portaequipajes de los pasajeros llenos de vete a saber qué, los servicios… cualquier sitio es bueno para que pueda iniciarse un fuego, pero sólo algunos de ellos cuentan con sistemas detectores de humo y aún menos con sistemas de extinción de incendios.

Muchos son los accidentes de aviones relacionados con fuegos que sólo se han podido llegar a oler. Fuegos que empiezan en las tripas del avión, fuera del alcance de cualquier sistema de extinción de incendios, a los que no ha sido posible llegar para apagarlos y han acabado consumiendo el avión por dentro.

Y es que por algo, mientras que a nadie se le permite ya llevar siquiera un alfiler en el equipaje de mano, nosotros llevamos un hacha con nosotros en la propia cabina de pilotaje. Un hacha tal cual, como las del Leroy Merlin. Un hacha con el que te podrías poner a talar árboles y bajar un poco los requisitos de subida de alguna que otra salida instrumental que me conozco. Un hacha para liarte a hachazos (qué si no) contra el avión, romper lo que tengas que romper y poder llegar hasta ese fuego que aún sólo hueles.

Otros, como siempre, encuentran usos alternativos (inglés).

Por otro lado, como todo, esto del fuego en cabina tiene su pequeña excepción. Una excepción que en principio constituye una situación de emergencia, pero que afortunadamente en el 99% de las ocasiones no pasa de un susto. Y vaya susto.

Tú vas en crucero, tranquilamente, terminándote la cena y escuchando algo de música con el reproductor de MP3, con altavoces incorporados, que se ha traído el comandante. La hostia. Luego si alguien alguna vez me echa en cara que los pilotos no trabajamos durante el crucero, primero intentaré demostrarle que sí y, si no lo consigo, le invitaré a cabina a escuchar algo de Mecano. Lo próximo será un IPOD para ver los Simpsons, pero eso, es otra historia.

Bien, decíamos que vas en cabina. Todo tranquilo. De repente, mientras miras el resplandor de la noche de Budapest, ves de reojo cómo una luz se enciende delante de ti. Durante una milésima de segundo, a la vez que giras la cabeza para mirar de qué se trata, piensas que será otra falsa indicación, la cuarta de hoy, de que te ha fallado el radioaltímetro número 2. Pero no, justo cuando alcanzas a darte cuenta de que esa luz no es ambar, sino roja, empiezas a oir ese sonido estridente, inconfundible, ding! ding! ding! ding! ding! ding! Inmediatamente comprendes que esta vez se trata de algo realmente importante, es un Master Warning, que asocias con todo tipo de emergencias (fuego de motor, fallo dual de hidráulico, configuración eléctrica de emergencia, desprezurización, putadas de alto nivel, no falsas alarmas de las de cada día).

Mientras giras la cabeza para mirar el ECAM y enterarte de qué se trata, ya casi estás quitándote la bandeja de la cena de enmedio, preparándote para volar el avión en manual en cuanto se desconecte el piloto automático y a segundos de querer declarar emergencia. Sabes que, sea lo que sea, será grave. Eres el Pilot Flying y te corresponderá volar y comunicar mientras que el comandante combate la emergencia.

Afortunadamente, a pesar del susto, hoy es tu día. Tras echar un vistazo a las pantallas, el comandante tiene ya media sonrisa dibujada en su cara. Tú miras también al ECAM y lo primero que se te pasa por la cabeza es la que se va a liar a continuación.

Procedimiento de Lavatory Smoke

Se trata de Lavatory Smoke (humo en uno de los lavabos). Una emergencia que ha sido causa de accidentes aéreos (aquello que hablábamos del fuego en cabina) debido, por ejemplo, a alguna sustancia que ha prendido en una papelera llena de papel higiénico causando un fuego que, a pesar de ser combatido, ha pasado al techo y bodegas del avión, volviéndose incontrolable.

Aún así, sabes que es muy poco probable que esta vez se trate de eso. Sólo el pensar que no ha sido un doble fallo de hidráulico te vuelve optimista y te hace pensar que, o bien es una falsa indicación, o bien alguien se ha pasado de listo y está fumando en el servicio. Lo único que podéis hacer para comprobarlo, en cualquier caso, es mandar a la sobrecargo corriendo a investigar y, por si acaso, prepararos para lo peor (sin perder la sonrisa, eso sí).

Lo de la gente es increíble. En Internet se pueden encontrar foros dedicados exclusivamente a engañar a los detectores de humo de los lavabos de los aviones. Es todo un arte. Cualquier mecánico puede atestiguar la de «cuerpos extraños» que se han llegado a encontrar rodeando y cubriendo los detectores, desde pañuelos a moldes de plásticos con la forma perfecta del detector, cualquier cosa vale. Van armados, incluso, de diagramas de los aviones.

Esta imagen creo que corresponde al lavabo de un B737, pero para el caso, nos sirve como si fuese un A320 (de momento no hay lavabos by-wire, pero para cuando los inventen, nosotros los probaremos primero… para algo tenemos la suerte de volar aviones, aviones).

Situación del detector de humo

En esta ocasion se trata, como casi siempre, de uno de ellos. Un alemán, de unos 30 años, que no se podía aguantar y se armó de un paquete de pañuelos mojados para intentar echarse un cigarrito en uno de los lavabos traseros. Desafortunadamente para él, la sobrecargo, chequendo los servicios, abre el pestillo de la puerta del suyo desde fuera (truquitos que tienen, ya nadie puede tener intimidad) y le pilla con las manos en la masa. Posiblemente habrá saltado el extintor de incendios, situado debajo del lavabo, justo encima de la papelera, derritiéndose para intentar apagar un fuego inexistente. Pero no es hora de chequearlo, hay que tomar medidas contra ese pasajero.

Actualmente, la mayor parte de los detectores de humo instalados en aviones Airbus A320 utilizan el principio de la ionización, llegando a detectar partículas de humo visibles e invisibles entre un rango de 0.01 m y 0.00001 m. El fenómeno se basa en la atracción que sufren los iones por parte de las partículas de humo. Estas partículas son guiadas a través del detector gracias a que éste se encuentra muy próximo a una toma de aire del sistema de aire acondicionado del avión, que se encuentra en el techo los lavabos.

Partículas de humo e iones en el detector de humo

Los electrodos del detector crean un campo eléctrico y el aire que se encuentra entre ellos es ionizado (se hace eléctricamente conductivo) gracias a una pequeña fuente radioactiva. Los iones, entonces, se mueven bajo la influencia del campo eléctrico, creando una corriente iónica. Por su parte, las partículas de humo, hasta 1000 veces más grandes que los iones, son demasiado pesadas como para ser ionizadas pero continúan atrayendo a los iones, que se vuelven torpes y apenas pueden moverse en la corriente iónica, aumentando así la resistencia eléctrica medida por el detector. Esta resistencia se compara con la medida en una cámara de referencia contigüa, sin humo, que al estar a la misma temperatura y presión que la otra nos permiten hacer una comparación adecuada, en las mismas condiciones de vuelo. Si la diferencia entre las resistencias supera unos umbrales establecidos, la alarma se dispara.

Detector de humo con sus dos cámaras

Estos sistemas algunas veces tienen sus fallos (es el otro 49% de las veces en que nadie está fumando, pero tampoco hay fuego), que suelen ocurrir por la condensación de agua (que el detector trata como si fuera humo en algunas ocasiones) en el lavabo del avión. Hay varias soluciones a estos sustos de más. Una de ellas (que creo que no ha tenido mucho éxito debido a su alto coste y mantenimiento) pasa por calentar el aire que rodea al detector de humo, de forma que el agua no pueda condensarse dentro de éste. Otra solución, cada vez más aceptada (aunque aún en pruebas en muchas compañías), consiste en la instalación de detectores de humo ópticos, que funcionan bajo otro principio distinto.

Así que, volviendo de nuevo a nuestro avión, todo ha quedado en un susto. Sólo te queda por saber qué decidirá hacer el comandante con el pobre alemán. Normalmente las sanciones suelen ser realmente duras, teniendo en cuenta el sobresalto que se ha ocasionado a toda la tripulación y a que taponar un detector de humos de mala manera con unos papeles mojados no es muy cívico que digamos (al fin y al cabo esos detectores sufren bastante y no son nada baratos). Por otro lado está la razón, más obvia aún, de que si no se puede fumar, no se puede fumar, y es la ley. Hacerlo en un servicio, lleno de papeles, puede llegar a poner en grave peligro la seguridad del avión.

Algunos deciden avisar a la policía para que vengan a recibir al sujeto en cuestión al aeropuerto de destino y le pongan unos cuantos cargos de atentado contra la seguridad del vuelo. Una pasada, me parece a mí, que en más de una ocasión ha hecho que el pasajero (que sólo se ha fumado un cigarro) se ponga algo «nervioso» y la cague aún más, poniéndose violento y queriendo entrar a la fuerza en la cabina de pilotaje a disculparse en persona con los pilotos. Mala idea en los tiempos que corren.

Nosotros, en cambio, tenemos nuestro procedimiento, mucho más amable, que consiste en pedirle su pasaporte al alemán de turno y quedárnoslo durante un par de horas, durante las cuales nuestro hombre recapacita largo y tendido sobre lo que ha hecho, preguntándose una y otra vez si llegaremos más lejos con esto.

Pero, obviamente, no lo hacemos (al menos no normalmente). La misma señorita que le abrió la puerta del lavabo sin su permiso, será la que le llevará su pasaporte de vuelta, le dirá que nos hemos quedado con su cara, que no lo vuelva a hacer y que aquí se acaba todo. Que tenga un buen vuelo sin humos.

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